Por: Adriana Rocha Camarena, Polithink
Oncología.mx.- El uso de cigarrillos electrónicos entre personas jóvenes, incluidas menores de edad, y adultas jóvenes ha aumentado considerablemente
en los últimos años. Los cigarrillos electrónicos utilizan un dispositivo que funciona con batería, que calienta tabaco o un líquido que contiene nicotina, aditivos y saborizantes, para formar vapores, o, más exactamente, un aerosol, que el usuario puede inhalar o “vapear”. Los cigarrillos electrónicos también se pueden usar para administrar cannabinoides como la marihuana y otras drogas.
No está claro aún con qué frecuencia vapear puede provocar problemas pulmonares, sin embargo, la experiencia con los ci- garros convencionales nos obliga a analizar con exceso de detalle un producto que, hasta ahora, no ha demostrado nada de lo que presume. “El vapeo salvó mi vida” claman los grupos de consumidores que buscan el reconocimiento de estos productos por parte de las autoridades sanitarias; “el vapeo es 95% más seguro” es uno de sus argumentos principales. La discusión sobre la falsa seguridad de estos productos a menudo la sustentan en el hecho de que existen productos que supuestamente no contienen nicotina, o que si la contienen es en cantidades menores que un cigarro combustible. También afirman que son más seguros ya que todo el daño proviene de la combustión, no del tabaco y las sustancias contenidas en los cigarros convencionales. Para no entrar en (mayor) polémica, dejemos fuera (por ahora) la compa- ración con los cigarros convencionales y veamos este producto, los vapeadores, en lo individual.
En enero de 2018, las National Academies of Science, Engineering and Medicine emitieron un informe de un estudio de consenso en el que se revisaban más de 800 estudios diferentes. En el informe quedaba claro que el uso de los cigarrillos electrónicos causa riesgos, ya que contienen y emiten una cantidad considerable de sustancias tóxicas. El informe también establece que existe evidencia de que los jóvenes que usan cigarrillos electrónicos están en mayor riesgo de tener síntomas respiratorios como tos y estornudos, y sufrir un aumento de las exacerbaciones del asma.
¿Qué hay en los vapeadores?
Un estudio realizado en la Universidad de Carolina del Norte encontró que los dos ingredientes básicos de los cigarrillos electrónicos, propilenglicol y glicerina vegetal, son tóxicos para las células, y que cuantos más ingredientes hay en un líquido electrónico, mayor es su toxicidad. Además, se sabe ya que los cigarrillos electrónicos producen una cantidad de productos químicos peligrosos, entre ellos, acetaldehído, acroleína y formaldehído, y que estos aldehídos pueden provocar enfermedades pulmonares y cardiovasculares severas. Por ejemplo, la acroleína, un herbicida que se usa principalmente para eliminar maleza, puede causar lesión pulmonar aguda y enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), además de asma y cáncer de pulmón.
Se han encontrado más de 80 componentes en el aerosol in- halado de manera habitual, entre ellos compuestos orgánicos volátiles, hidrocarburos policíclicos, nitrosaminas y metales pro- cedentes de las baterías de los dispositivos. En las mezclas originales se han encontrado variados tóxicos asociados con efectos carcinogénicos y de lesión pulmonar.
¿Cuál es el objetivo de la industria detrás de estos productos?
Las personas jóvenes y los adultos jóvenes. Este grupo de edad es el objetivo principal de la industria del vapeo. En México, el 6.5% de la población entre 12 y 17 años admitió haber probado el cigarro electrónico en la última Encuesta Nacional de Consumo de Drogas, Alcohol y Tabaco 2016-2017. De ese porcentaje, 160,000 adolescentes lo consumen diariamente.
El marketing de los cigarros electrónicos, incluido el diseño y el empaque del producto, atrae a un público joven y muchos de los temas, incluido el contenido sexual y la moda, son paralelos a los temas y técnicas que la industria de la tecnología y la moda ha utilizado para posicionar sus productos en el mismo grupo poblacional.
Otra de las estrategias que sin duda le ha funcionado a la industria del vapeo es el uso de saborizantes. Una encuesta realizada en 2016 a usuarios de cigarros electrónicos en Estados Unidos muestra que 62,9% solían utilizar productos con sabores distintos al tabaco (frutas, mentol, dulces, caramelos, café, etc.), el 24,2% utilizaba sabores de tabaco y el 12,9% utilizaba productos sin sabor o aroma. Para casi el 30% de la
muestra, el sabor fue la razón de haberse iniciado en el vapeo, en particular entre los adultos jóvenes (menores a 24 años). Si bien para México no tenemos datos similares, un estudio realizado por el Instituto Nacional de Salud Pública en estudiantes de escuelas secundarias públicas reveló que de un año a otro el consumo de estos productos entre los estudiantes se había quintuplicado, incluso superando al tabaco convencional.
EVALI
Hasta el 18 de febrero del 2020, se había notificado a los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC) un total de 2,807 casos de pacientes hospitalizados con lesión pulmonar asociada al uso de cigarros electrónicos o productos de vapeo (EVALI por sus siglas en inglés) y se habían confirmado 68 muertes. Entre el total de pacientes, 66 % eran hombres y la mediana de edad fue de 24 años, en un intervalo de edades entre 13 y 85 años. La mediana de edad de los pacientes fallecidos fue de 49.5 años y las edades variaron de 15 a 75 años.
En México, la Comisión Coordinadora de Institutos Nacionales de Salud y Hospitales de Alta Especialidad (CCINSHAE) y la Comisión Nacional contra las Adicciones publicaron en mayo de 2019 un comunicado en el que se explica que no se ha de- mostrado la seguridad de los sistemas electrónicos de administración de nicotina (SEAN) y que se carece de información científica que avale la efectividad de dichos dispositivos para dejar de fumar. Adicionalmente, el 11 de septiembre de 2019, el Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INER) emitió una alerta por daño pulmonar en consumidores de estos productos, y en octubre de 2019 se confirmó la muerte de un chico de 18 años por enfermedad pulmonar aguda grave asociada al uso de cigarrillo electrónico y vapeadores. Si bien la documentación de casos de EVALI en México es mucho menor que la que se presenta en Estados Unidos, esto responde a que no se cuenta con el protocolo para registrar estos eventos de manera adecuada, y no a la no existencia de estos casos.
Estos casos de enfermedad pulmonar grave entre las personas que vapean plantean preguntas importantes sobre la seguridad del vapeo. Quizás no debería sorprendernos que se desarrollen problemas pulmonares en las personas que vapean: nuestros pulmones están destinados a inhalar aire limpio y nada más.
Entonces ¿ya valió?
Lejos de considerarse como una alternativa para la reducción del consumo de cigarros convencional, se ha demostrado que los vapeadores y los productos de tabaco calentado favorecen el consumo dual de nicotina, cigarros electrónicos y convencionales, incrementando las posibilidades de daño a la salud.
Queda entonces claro que el vapeo no es una alternativa se- gura y que actualmente toda la evidencia apunta a que los daños ocasionados por consumo de sustancias a través de esos dispositivos pueden ser graves, incluso mortales. En enero del 2020, la OMS emitió un comunicado, donde re- conoce los daños asociados al uso de estos dispositivos, y el potencial adictivo de los mismos principalmente en los jóvenes, por lo que recomienda que en los países donde estos productos se encuentran prohibidos, continúen con la prohibición.
De acuerdo con el reporte “Global Trends in Nicotine” de la Fundación para un Mundo Libre de Humo (fundación pagada por Philip Morris), el mercado mundial del vapeo se estima en $27,743 millones de dólares y es el segmento dentro de los productos de nicotina con mayor potencial de crecimiento. Es decir, es un negociazo que la industria (tabacalera) está decidida a hacer crecer y explotar al máximo, incluso cuando eso implica condenar a miles de personas a una vida de adicción y enfermedad.
En México, la interpretación que hace la autoridad de la Ley General para el Control del Tabaco prohíbe la comercialización y distribución de estos productos; esta postura se vio reforzada con la emisión de un decreto de prohibición de importación de cigarros electrónicos y productos de tabaco calentados en febrero de este año. Los grupos pro-vapeo y la industria han pegado el grito en el cielo, y a pesar de los esfuerzos que han hecho por querer mostrarse distintos a la industria tabacalera tradicional, toda su estrategia de ataque y los burdos argumentos que utilizan los acerca cada vez más a las prácticas que las tabacaleras han llevado a cabo durante años en todo el mundo.
La exigencia de quienes buscan promover estos productos es que haya una regulación acorde a las características de los productos. Dadas las circunstancias y la evidencia disponible sobre los efectos a la salud, la prohibición es el mejor mecanismo regulatorio que se le puede aplicar a estos dispositivos y sistemas. México no está solo en esto, ya que la venta de todo tipo de cigarrillos electrónicos está prohibida en otros 29 países (Argentina, Brasil, Brunei Darussalam, Camboya, Colombia, Egipto, Gambia, India, Irán, Kuwait, República Democrática Popular Lao, Líbano, Mauricio, Nepal, Nicaragua, Omán, Panamá, Qatar, Seychelles, Singapur, Sri Lanka, Surinam, República Árabe Siria, Tailandia, Timor-Leste, Turquía, Turkmenistán, Uganda y Uruguay.
No, aún no ha valido. Esta es la cara de una nueva epidemia y, a diferencia de circunstancias como la que enfrentamos actualmente con el COVID-19, los gobiernos tienen en sus manos las herramientas para impedir que se expanda y ataque a la población.
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