La relación entre el corazón y la mente es más difícil de cuantificar que la que hay entre el corazón y la cintura, pero la mayoría de los expertos creen que los factores psicológicos se sienten, literalmente, en el corazón y que pueden contribuir al riesgo cardiovascular.
El papel de los factores psicológicos en la enfermedad cardíaca es una de las categorías mejor estudiadas de la medicina psicosomática, contando con suficientes pruebas que comprueban que trastornos psiquiátricos importantes, especialmente la depresión mayor, tienen efectos adversos sobre las consecuencias clínicas de un infarto al miocardio.
Los factores psicológicos influyen sobre el inicio, la continuación, el abandono y las recaídas del paciente, de ahí que sea tan importante tenerlos en consideración.
Los efectos de los factores psicosociales, sociales y conductuales sobre las enfermedades cardiovasculares han suscitado un considerable interés clínico y han constituido un objetivo primario para las investigaciones epidemiológicas y de medicina psicosomática efectuadas durante los últimos 30 años.
Existen pruebas especialmente convincentes, obtenidas de estudios metodológicamente rigurosos, de la existencia de una asociación potente entre los problemas cardiovasculares y los trastornos depresivos. Los cuales pueden afectar de forma significativa la calidad de vida y la actividad de los pacientes.
El estrés psicológico, la ira, el aislamiento social y la depresión suelen estar relacionados, es decir, quienes padecen uno de ellos a menudo padecen dos o más. La evidencia sugiere que estos problemas pueden aumentar el riesgo de padecer una enfermedad coronaria, así como el de fallecer después de un infarto al miocardio.
El estrés psicológico puede elevar la tensión arterial, al reducir el flujo sanguíneo hacia el corazón, disminuir la capacidad de bombeo del miocardio, desencadenar arritmias y activar el sistema plaquetario. Incluso la soledad puede llegar a influir en la tensión arterial.
Hay muchas formas de estrés, y muchos estudios informan de los efectos adversos que puede tener en los pacientes con cardiopatía persistente. Se ha considerado que el estrés psicológico desempeña un papel importante en la precipitación de acontecimientos cardíacos y muerte súbita en estos pacientes. Es por esto que una intervención psiquiátrica oportuna en los pacientes médicos puede mejorar su ajuste psicosocial e incluso su supervivencia.
La ansiedad también es sumamente frecuente en los pacientes con riesgo cardiovascular, y esto perjudica en gran medida el resultado de la enfermedad. Pues algunas pruebas indican que la ansiedad después de un infarto al miocardio aumenta la frecuencia de readmisiones por angina de pecho inestable y de infarto de miocardio recurrente.
En un ensayo clínico a gran escala, los pacientes que tenían un alto grado de ansiedad después de un infarto de miocardio presentaban un riesgo casi cinco veces mayor de acontecimientos isquémicos graves.
Por otro lado existen factores de riesgo que son originados por el estilo de vida de cada paciente, como son: la obesidad, el tabaquismo y el alcoholismo. Estos únicamente pueden explicar en forma parcial la manera en que los factores psicológicos inciden en el desarrollo y el resultado de afecciones médicas, pero son identificables y por lo menos potencialmente modificables.